sábado, 22 de enero de 2011

Kindleando

El volumen que ocupan mis libros me ha decidido por fin a adquirir un lector de libros electrónicos. He optado por un Kindle de Amazon que he recibido esta misma semana y con el que por el momento tengo sentimientos encontrados.


Por un lado, resuelvo al instante el problema del espacio: en un aparato cuyo tamaño y peso es parecido al de un libro de bolsillo puedo disponer de centenares de títulos. Además la nitidez de la visualización es excelente y la oferta de títulos es bastante grande (por Amazon u otras vías).

Pero soy de esas personas a las que les cuesta leer mucho rato en pantalla, y no sé si voy a poder superar este inconveniente. Desde luego no pienso dejar de comprar libros en papel: más por el placer de husmear en las librerías que por otra cosa. Buscar por palabras clave y pulsar un botón para la descarga no es precisamente una diversión comparable a pasar una hora manoseando libros polvorientos y disfrutar de la compra, todavía oliendo a la tinta fresca de imprenta o a viejo.

Eso y la imposibilidad de guardar billetes de transporte, listas de la compra y papeles diversos es lo que me hace mirar con igual admiración y recelo al impecable Kindle. Intento convencerme de que lo importante es el contenido, no el continente, pero igual resulta que Poe no da tanto miedo una vez convertido a PDF.

1 comentario:

Lord Enzi dijo...

El domingo, jugando con tu Kindle, me di cuenta de dos cosas:

1- la lectura es genial. No cansa más que la de un libro de papel, es agradable...

2- el problema radica en la compra de libros: tengo la sensación de estar ojeando la Wikipedia más que rebuscando libros a la caza de tesoros. Nada sustituye el curiosear con los cinco sentidos en un puesto de libros o en una buena librería.

Aun así, somos unos románticos a medio camino. Ni me planteo comprar CDs (salvo excepciones), tengo el 90% de mi música como archivos, pero no lo concibo para los libros, cuando en el fondo no deja de ser lo mismo...