En el cristal de tu divina mano
de Amor bebí el dulcísimo veneno,
néctar ardiente que me abrasa el seno,
y templar con la ausencia pensé en vano.
Tal, Claudia bella, del rapaz tirano
es arpón de oro tu mirar sereno,
que cuanto más ausente dél, más peno,
de sus golpes el pecho menos sano.
Tus cadenas al pie, lloro al ruido
de un eslabón y otro mi destierro,
más desviado, pero más perdido.
¿Cuándo será aquel día que por yerro,
oh serafín, desates, bien nacido,
con mano de cristal nudos de hierro?
Forzado, artificioso, pretencioso... maravilloso.
jueves, 12 de junio de 2008
Luis de Góngora
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Ole Góngora
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