miércoles, 29 de octubre de 2008

Stendhal y el escritor novel

Los escritores, como personas engreídas que son, se han preocupado de pasar a la posteridad como brillantes ejecutores de réplicas. Aquí, Wilde es el amo, aunque no hay que olvidar a Nabokov, Twain o Quevedo. Stendhal también era un brillante conversador, y toda su vida procuró que las futuras generaciones no lo olvidaran. Al quererse mucho, sólo hay que leer Vida de Henry Brulard, quería también ser amado, esto es, recordado.
La historia que nos ocupa es de aquellas imposibles de situar temporal o geográficamente, pero eso es lo de menos. El caso es que al gran escritor, ya consagrado (bueno, en realidad no fue ampliamente conocido en vida) se le acercó un joven que insistentemente le pedía un tema para escribir su primera novela. Stendhal le evitó educadamente, pero el joven insistió, hasta que recibió su respuesta: "Un hombre y una mujer se enamoran. Ahí tiene usted su novela."
Y cuánta razón tenía. Simplificando, la novela del XIX se explica con escenarios realistas a ese tema universal. Pensad en Bovary, las propias de Stendhal, Karenina... Y es que Stendhal, voluntariamente o no, siempre ha sido un maestro.

viernes, 17 de octubre de 2008

Rimbaud

Arthur Rimbaud (1854-1891) es el perfecto poeta maldito. La cosa no empezó mal: el joven Arthur impresionaba a sus profesores siendo capaz de componer perfectos poemas en latín con catorce años. Nada hacía pensar que, poco después, iba a aparecer en París, para establecerse en casa del también poeta Paul Verlaine, oliendo “como un cerdo”, sucio hasta lo indecible, lleno de piojos y mostrando unos modales insoportables. Aun así, Verlaine se fugó con él, abandonando su burgués hogar, para emprender varios años de escándalo continuo. Nunca he entendido qué le pasó a ese chaval de provincias para pasar de un extremo a otro de la vida.

El hecho es que Rimbaud escribió su obra en cuatro años, de 1871 a 1874, o sea de los diecisiete a los veinte. Y cambió la poesía para siempre. Sus Iluminaciones o su Una temporada en el infierno marcaron el camino hacia la modernidad en la poesía, que había iniciado otro gran poeta francés unos años antes: Charles Baudelaire.

Todo lo que viene después es una sucesión de huidas, hacia Java, Yemen y luego Etiopía, siempre envuelto en comercios truculentos (armas seguro, probablemente esclavos). Se cuenta que en África le encontró un compatriota, que le comunicó el éxito que estaba alcanzando entonces su poesía en Francia. Rimbaud respondió un “merde pour la poesie” que le define. Si hubiera sido más sincero hubiera ampliado hasta un “merde pour la vie”, que abandonó en Marsella, agotado tras una penosísima peregrinación, enfermo, desde África con porteadores y todo tipo de aventuras y tras amputársele una pierna a su llegada al país galo. Una escena final la ofrece en su lecho de muerte, donde se niega a recibir la extremaunción. Su madre, severísima, antítesis de la maman de Proust, hace inscribir en su tumba un epitafio aplastante: Rogad por él.



martes, 7 de octubre de 2008

Rilke, gran poeta oscuro

¿Existe realmente el tiempo, el que destruye?
¿Cuándo, sobre la montaña dormida, despedazará al castillo?
A este corazón, que pertenece sin límite a los dioses,
¿cuándo el demiurgo lo violentará?
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¿Somos en verdad tan angustiosamente frágiles
como el destino nos quiere hacer creer?
¿Es la infancia, la profunda y promisoria,
-después- silenciosa en las raíces?
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Ay, el fantasma de lo transitorio
pasa a través de lo cándidamente receptivo,
como si fuera un humo.
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Sin embargo, frente a las fuerzas permanentes
valemos como lo que somos, como los errantes,
como un uso, una costrumbre de los dioses.
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Rainer Maria Rilke, Sonetos a Orfeo, XXVII