sábado, 8 de mayo de 2010

Lovecraft contra todo

He de comenzar confesando que Houellebecq no es santo de mi devoción (no sé qué me pasa últimamente, pero dedico más entradas a autores que no me gustan que a los que sí lo hacen). Aun así, cuando vi H.P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida no pude estarme de ojearlo, y, acto seguido llevármelo a casa.
Houellebecq no me gusta porque me parece uno de esos provocadores previsibles, en la línea de Bukowski, que poco o nada aporta a cualquier lector de Céline, como es el caso. La diferencia es que los escritores sucios que vinieron tras éste me parecen impostados, mientras Céline destila la podredumbre de la vida que realmente ha sufrido / vivido. Por ejemplo, Houellebecq afirma que "Cuando uno ama la vida, no lee. Ni tampoco va mucho al cine. Digan lo que digan, el acceso al universo artístico queda más o menos reservado a los que están un poco hasta el gorro." No sé si es reaccionario o supuestamente revolucionario, pero no puede provocar a nadie.

Volviendo a Lovecraft, tiene alguno aciertos innegables, sobre todo para los que, como yo, lo leímos en el momento adecuado. Así, me identifico totalmente cuando dice:

"Descubrí los cuentos de Lovecraft a la edad de dieciséis años, y me sumergí de inmediato en todas sus obras en francés. Más adelante, con interés cada vez menor, exploré a los continuadores del mito de Cthulhu, así como a los autores de los que Lovecraft se había sentido cerca (Dunsany, Robert Howard, Clark Ashton Smith). De vez en cuando, de hecho con bastante frecuencia, volvía a los "grandes textos" de Lovecraft; seguían ejerciendo sobre mí una atracción extraña, que contradecía el resto de mis gustos literarios."

Poco más tengo que añadir: las influencias de Lovecraft y sus seguidores son igual de secundarios frente a él (se salvan relatos sueltos), y la atracción de obras como La sombra sobre Innsmouth te acompaña de por vida (insisto, si se ha conocido a la edad adecuada. Leerlo demasiado mayor te lleva a pensar que "todos los cuentos son iguales").
Otro acierto es el listado de esos "grandes textos":

- La llamada de Cthulhu, 1926

- El color surgido del espacio, 1927

- El horror de Dunwich, 1928

- El susurrador en la oscuridad, 1930

- En las montañas de la locura, 1931

- Los sueños de la casa de la bruja, 1932

- La sombra sobre Innsmouth, 1932

- En la noche de los tiempos, 1934

donde he marcado en negrita mis dos favoritos. Junto a la novela corta El caso de Charles Dexter Ward forman el reducido grupo imprescindibles, que pueden servir de introducción al autor.

Acabaré con una sentencia del propio Lovecraft, que deja muy claras sus intenciones como escritor: "No creo que el realismo sea bello en ningún caso."



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